Las Dimensiones del Universo Según las Estrellas Variables Cefeidas
El poeta John Keats escribió en
cierta ocasión:
“Brillante estrella, ojalá yo
fuera tan constante como tú”
Sin darse cuenta de que el brillo
de algunas estrellas se acentúa y se atenúa en periodos que pueden ser de días
o de semanas. Las estrellas variables de tipo cefeida presentan un periodo (el
tiempo de un ciclo de brillo y oscuridad) proporcional a su luminosidad.
Mediante una simple fórmula se puede utilizar esta luminosidad para calcular
distancias interestelares. La astrónoma estadounidense Henrietta Leavitt descubrió
la relación entre el periodo y la luminosidad de las estrellas variables
cefeidas, con los que fue seguramente la primera persona que halló la forma de
calcular la distancia de la Tierra a otras galaxias más allá de la Vía Láctea.
En 1902, Leavitt se convirtió en miembro permanente del observatorio de Harvard
y dedicó su tiempo a estudiar placas fotográficas de las estrellas variables de
las Nubes de Magallanes. En 1904 descubrió, mediante el uso de un proceso
laborioso denominado superposición, cientos de estrellas variables en las Nubes
de Magallanes. Estos descubrimientos hicieron que Charles Yound, profesor en
Princeton, escribiera:
“Qué amiga de las estrellas
variables es la señorita Leavitt; es imposible seguir el ritmo de sus nuevos
descubrimientos”.
El mayor descubrimiento de
Leavitt tuvo lugar cuando calculó el periodo real de 25 estrellas variables
cefeidas, y en 1912, refiriéndose a la célebre relación entre el periodo y
luminosidad, escribió:
“Se puede trazar fácilmente una
línea recta entre cada una de las dos series de puntos correspondientes a los
máximos y los mínimos, con lo que se demuestra que existe una relación sencilla
entre el brillo de estas estrellas variables y su periodo”.
Leavitt se dio cuenta, además, de
que “dado que las estrellas variables están más o menos a la misma distancia de
la Tierra, da la impresión de que sus periodos están relacionados con su
emisión real de luz, determinada por su masa, su densidad y el brillo de la
superficie”. Murió joven, por desgracia, víctima de un cáncer, antes de
completar su trabajo. En 1925, el profesor Mittag-Leffer de la Academia sueca
de las ciencias, que ignoraba que había fallecido, le envió una carta en la que
expresaba su intención de proponerla para el premio nobel de la física. Pero
como el premio Nobel nunca se concede de manera póstuma, Leavitt no pudo
recibir ese honor.
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