miércoles, 16 de marzo de 2016

La Aurora Boreal

La Aurora Boreal

“La aurora boreal se había convertido en motivo de pánico”

Escribió el meteorólogo Alfred Agno refiriéndose a la reacción de la gente en el siglo XVI ante la aparición de cortinillas de luz en el cielo.

“En ellas se veían con claridad lanzas ensangrentadas, cabezas separadas del tronco y ejércitos en combate. Al ver todo aquello, unos se desmayaban, otros enloquecían”.

George Bryson señala que:
“Los antiguos escandinavos veían en las luces septentrionales las almas recién liberadas de mujeres fuertes y hermosas contoneándose en el aire. Un verde eléctrico salpicado de un azul de neón, un rosa espeluznante tornándose rojo oscuro, un violeta reluciente desvaneciéndose”.

Partículas cargas de energía que manan del viento solar entran en la atmósfera de la Tierra y son canalizadas hacia los polos norte y sur magnéticos. Estas partículas, al girar en espiral siguiendo las líneas de campo magnético, colisionan con los átomos de oxígeno y nitrógeno de la atmósfera excitándolos. Cuando los electrones de los átomos recuperan su estado normal de menor energía, emiten una luz (por ejemplo roja y verde en el caso de los átomos de oxígeno) que cerca de las regiones polares de la Tierra se percibe en forma de fenómenos luminosos sorprendentes y que tienen lugar en la ionosfera (la capa más alta de la atmósfera, cargada de radiación solar). El nitrógeno puede conferir el tinte azulado cuando un átomo de nitrógeno recupera un electrón después de haber sido ionizado. 

Si está cerca del Polo Norte, la luz producida se llama aurora boreal.
El equivalente en el sur se llama aurora austral.

Aunque hay pinturas rupestres del hombre de Cromagnon que parecen representar antiguas auroras, no fue hasta 1621 cuando Pierre Gassendi, filósofo, sacerdote, astrónomo y matemático francés, acuñó el término aurora borealis con los vocablos Aurora (La diosa romana del amanecer) y Bóreas (El nombre griego de “viento del norte”).

En 1741, los astrónomos suecos Olof Petrus Hiorter y Anders Celsius sugirieron que las auroras estaban gobernadas por procesos magnéticos cuando apreciaron fluctuaciones en las ajugas de las brújulas en el movimiento en que la aurora era visible en el cielo. Hoy sabemos que otros planetas como Júpiter y Saturno, tienen campos magnéticos más poderosos que los de la Tierra y también tienen auroras.



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