jueves, 10 de marzo de 2016

Teoría Especial de la Relatividad

Teoría Especial de la Relatividad


La teoría especial de la relatividad de Albert Einstein es uno de los grandes logros intelectuales de la raza humana. Cuando Einstein tenía solo 26 años, supo servirse de una de las claves fundamentales de la teoría especial de la relatividad: que la velocidad de la luz en el vacío es la misma que todos los observadores, con independencia del movimiento de estos y de la fuente de luz. Este hecho contrasta con la velocidad del sonido, por ejemplo, que cambia para un observador en movimiento con respecto de la fuente de sonido. Esta característica de la luz llevó a Einstein a deducir la relatividad de la simultaneidad: dos sucesos ocurren al mismo tiempo se gún las mediciones de un observador situado en el sistema de referencia de un laboratorio pueden suceder en distintos momentos para un observador que se mueva en relación a ese sistema.


Dado que el tiempo está relacionado con la velocidad a la que se viaja, no puede haber un único reloj en el centro del universo con el que podamos sincronizar todos los demás. Toda nuestra vida puede ser un parpadeo para un extraterrestre que se aleja de la Tierra a una velocidad cercana a la velocidad de la luz y que, al regresar una hora más tarde, descubre que llevamos siglos muertos (la palabra “relatividad” deriva, en parte, del hecho de que el aspecto del mundo depende de nuestro movimiento relativo: el aspecto es “relativo”).
Aunque las extrañas consecuencias de la teoría especial de la relatividad se conocen desde hace más de un siglo, los estudiantes siguen descubriéndolas con una sensación de sobrecogimiento y perplejidad. Sin embargo, parece que esta teoría describe con precisión la naturaleza, desde las diminutas partículas subatómicas hasta las enormes galaxias.
Para comprender otro aspecto de la teoría especial de la relatividad, imaginemos que viajamos en un avión que se mueve con una velocidad constante respecto del suelo. Se trataría de un sistema de referencia en movimiento. El principio de la relatividad nos dice que, si no miramos por la ventanilla, no podemos saber a qué velocidad nos movemos. Como no vemos el movimiento del paisaje, bien podríamos encontrarnos en un avión detenido, en un sistema de referencia inmóvil respecto al suelo.

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