Teoría Especial de la Relatividad
La teoría especial de la
relatividad de Albert Einstein es uno de los grandes logros intelectuales de la
raza humana. Cuando Einstein tenía solo 26 años, supo servirse de una de las
claves fundamentales de la teoría especial de la relatividad: que la velocidad
de la luz en el vacío es la misma que todos los observadores, con independencia
del movimiento de estos y de la fuente de luz. Este hecho contrasta con la
velocidad del sonido, por ejemplo, que cambia para un observador en movimiento
con respecto de la fuente de sonido. Esta característica de la luz llevó a
Einstein a deducir la relatividad de la simultaneidad: dos sucesos ocurren al
mismo tiempo se gún las mediciones de un observador situado en el sistema de
referencia de un laboratorio pueden suceder en distintos momentos para un
observador que se mueva en relación a ese sistema.
Dado que el tiempo está
relacionado con la velocidad a la que se viaja, no puede haber un único reloj
en el centro del universo con el que podamos sincronizar todos los demás. Toda
nuestra vida puede ser un parpadeo para un extraterrestre que se aleja de la
Tierra a una velocidad cercana a la velocidad de la luz y que, al regresar una
hora más tarde, descubre que llevamos siglos muertos (la palabra “relatividad”
deriva, en parte, del hecho de que el aspecto del mundo depende de nuestro
movimiento relativo: el aspecto es “relativo”).
Aunque las extrañas consecuencias
de la teoría especial de la relatividad se conocen desde hace más de un siglo,
los estudiantes siguen descubriéndolas con una sensación de sobrecogimiento y
perplejidad. Sin embargo, parece que esta teoría describe con precisión la
naturaleza, desde las diminutas partículas subatómicas hasta las enormes
galaxias.
Para comprender otro aspecto de
la teoría especial de la relatividad, imaginemos que viajamos en un avión que
se mueve con una velocidad constante respecto del suelo. Se trataría de un
sistema de referencia en movimiento. El principio de la relatividad nos dice
que, si no miramos por la ventanilla, no podemos saber a qué velocidad nos
movemos. Como no vemos el movimiento del paisaje, bien podríamos encontrarnos
en un avión detenido, en un sistema de referencia inmóvil respecto al suelo.
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