El Principio Antrópico
Según el físico James Trefil:
“A medida que mejora nuestro
conocimiento acerca del cosmos hace más patente que si el universo se hubiera
estructurado de una forma ligeramente distinta, no estaríamos aquí para verlo.
Es como si estuviera hecho para nosotros, un jardín del Edén con un diseño insuperable”.
Esta afirmación es fuente de
continuo debate, y el principio antrópico fascina por igual a científicos y
legos; el primero en tratarlo con detalle por escrito fue el astrofísico Robert
Dicke, en 1961; más tarde fue desarrollado, entre otros, por el físico Brandon
Carter. Este controvertido principio gira en torno a la observación de que
algunos parámetros físicos parecen ajustados para permitir el desarrollo de
formas de vida. Debemos nuestras vidas al carbono, por ejemplo, que se fabricó
por primera vez en las estrellas, antes de la formación de la Tierra. Las
reacciones nucleares que facilitan la producción del carbono dan la impresión,
al menos para algunos investigadores, de ser las “justas” para facilitar este
proceso.
Si todas las estrellas del
universo fueran más pesadas que tres veces nuestro Sol, solo vivirían unos 500
millones de años y la vida pluricelular no tendría tiempo de desarrollarse. Si
la velocidad de expansión del universo un segundo después del Big Bang hubiera
sido un poco más pequeña, tan solo una cienmilbillonésima parte más pequeña, el
universo hubiera vuelto a contraerse antes de alcanzar su tamaño actual. Por
otra parte, el universo podría haberse expandido con una velocidad mayor, de
modo que los protones y los electrones nunca se hubiesen unido para formar
átomos de hidrógeno. Un cambio extremadamente pequeño en la fuerza de gravedad
o en las interacciones nucleares débiles podría evitar la evolución de formas
de vida más avanzadas.
Podrían existir un número
infinito de universos aleatorios (sin diseño); el nuestro es, simplemente, uno
que permite la vida basada en el carbono. Algunos investigadores han especulado
con la idea de que unos universos-madre dan a luz otros universos que heredan
un conjunto de leyes físicas similares a las de sus progenitores en un proceso
que recuerda a la evolución de las características biológicas de la vida
terrestre. Los universos con muchas estrellas pueden vivir mucho y tienen, por
tanto, la oportunidad de tener muchos hijos llenos de estrellas; así, es
posible que nuestro universo estelar no sea tan raro después de todo.
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